martes, 8 de diciembre de 2015

Características evolutivas de un niño con discapacidad visual

Características del desarrollo del niño con discapacidad visual
Intervención de la familia o de profesionales
Desarrollo general
La discapacidad visual tiene diversos efectos en la evolución y desarrollo de los niños, ya que influye en su relación y comunicación con su entorno, porque limita su participación y el acceso a la información, y por tanto, el desarrollo del lenguaje, la aparición del juego simbólico y en otras variables del desarrollo evolutivo.
Mucha sobreprotección sólo hacen que los niños con discapacidad visual desarrollen una baja autoestima e inseguridad, limitan su autonomía y presentan retraso escolar.
Heterogeneidad
Los grupos suelen ser heterogéneo, debido a
diversas razones:
Causa de la ceguera
Distintos grados de visión
Pronóstico de la patología
Momento de aparición de la discapacidad.
Desarrollo cognitivo, estilo y capacidad de aprendizaje.
Personalidad, motivación, habilidades sociales, actitudes. Recursos del entorno: nivel socioeconómico, apoyo social, familiar y educativo, servicios comunitarios.
Características de la visión
La visión permite recoger la información a distancia y de forma global.
El niño con discapacidad visual, por el contrario, percibe con el tacto el entorno de forma fragmentada y poco estimulante.
Es muy importante mostrarles más seguridad y darles autonomía para despertar su curiosidad y se desarrollen más independientes.
Para brindar una buena atención a niños y niñas con discapacidad visual en la escuela es necesario considerar:
En el ambiente o aula: La organización especial que favorezca la movilidad y la autonomía
 El mobiliario disponible y adecuación al estudiante
 La iluminación y nivel de ruido del aula
 El material didáctico general y específico
En la metodología: Realizar adaptaciones curriculares.
Introducir, seleccionar y potenciar técnicas y estrategias que sean útiles para todos los estudiantes, así como introducir, seleccionar y potenciar el sistema de comunicación que utilice el estudiante con discapacidad visual.
Conformación de equipos de trabajo en el aula: Combinar grupos heterogéneos con otros más homogéneos, aprovechar las actividades de gran grupo para mejorar el clima y las relaciones de los estudiantes.
Espacio y tiempo: Distribuir el espacio para que permita el acceso fácil, reducir al máximo el nivel del ruido en el aula, y confeccionar el horario teniendo en cuenta los momentos de apoyo que requiera el niño con discapacidad visual.
Materiales: Crear, seleccionar, adaptar y ubicar los materiales para que sea de fácil acceso, informarles sobre el material que existe en el aula incluido el específico, y su utilidad.
Desarrollo sensorial y perceptivo
A través de los estímulos, las sensaciones, las emociones… los bebés obtienen  información de su entorno y se relacionan con las personas que les rodean desde su nacimiento.

Percepción kinestésica y táctil.-Percepción háptica (tacto activo) percepción, integración y asimilación de sensaciones, es base del desarrollo y aprendizaje de las personas con discapacidad visual, especialmente de los que presentan ceguera total.
Desarrollar en el niño desde pequeño, la capacidad de explorar con las manos, de forma coordinada, reconocer objetos de su entorno cotidiano, discriminar formas, texturas (de preferencia agradables), volúmenes, temperaturas, tamaños, pesos, desniveles, consistencias, etc.
Desarrollar su psicomotricidad al motivar su movimiento libre, que se balancee, colocar camas elásticas, pelotas de goma, etc.  Que contribuyan al dominio de su cuerpo.
Percepción auditiva
El sentido auditivo aporta gran parte de la información del entorno para una persona con discapacidad visual. Posibilita la interacción social, la orientación y la comunicación.
Debemos guiar al niño en la selección de sonidos importantes, emparejándolos con el objeto que los causó.
Es conveniente hablar al niño para ayudarle a anticipar lo que va a pasar.
Es necesario verbalizar lo que hacemos, lo que ocurre en el entorno, para aportar al niño información y transmitirle seguridad.
Percepción olfativa gustativa.- La exploración del ambiente mediante el olfato proporciona cierta información que matiza y complementa a los otros sentidos.
Es preciso potenciar los sentidos del gusto y el olfato ya que complementan a los otros sentidos.
Siempre verbalizando todo aquello que se relacione con él.

Percepción visual.- La visión es crucial para el desarrollo del bebé porque le motiva, le guía y es un estímulo para moverse e interactuar y para el desarrollo cognitivo.
La vista se desarrolla de forma espontánea cuando se utiliza. Aunque el niño esté diagnosticado como ciego total, deberemos estar muy atentos a cualquier actitud o conducta que nos indique que el niño tiene un resto visual, por pequeño que éste sea.
Desarrollo psicomotor
Es la base para el aprendizaje, el desarrollo intelectual y la madurez del sistema nervioso.
Al nacer, todos los niños tienen los mismos reflejos. El niño que ve, gracias a la estimulación ambiental, desarrolla de forma espontánea su psicomotricidad; el niño con discapacidad visual, por el contrario, presenta cierto retraso en su desarrollo motor, a causa de la falta de visión, sobre todo en aquellas actividades ligadas al movimiento.
Para que aprenda a mantenerse sentado, sujetarse lateralmente, cambiar de postura (de boca abajo a boca arriba y viceversa), avanzar reptando, ponerse de rodillas o caminar con ayuda.
Para enseñarle a caminar, conviene facilitarle muebles o apoyos a su altura para que se sujete de pie y para que le sirvan de referencia, colocar sus pies sobre los nuestros mientras caminamos, para que interiorice el movimiento,  tomando al niño de las manos y ayudándole a que controle el espacio y se sienta seguro en lugares donde tenga para  sujetarse.
A lo largo de los primeros 4 años, el niño adquiere conciencia espacio-temporal: Anticipa lo que va a ocurrir (aseo, alimentación, sueño…), de relacionar los ruidos que le permitan conocer qué va a pasar a continuación y así los cambios serán más agradables. Verbalizar todo antes de que suceda
Proporcionarle un entorno ordenado y seguro.
Enseñarle (como a todos los niños) qué cosas pueden ser peligrosas (enchufes, horno, radiadores, escaleras, productos de limpieza o medicamentos).
Desarrollar su coordinación bimanual: Dar palmadas, golpear juguetes, tocar el tambor, apretar juguetes que suenen o pulsar teclas o botones que produzcan efectos sonoros.
Estimular su exploración táctil.
Desarrollo de la motricidad gruesa
Fomentar la exploración de objetos en la línea de su eje central corporal (echado o sentado)
Interactuar con el niño verbalmente y aumentar su actividad motriz de forma natural con las actividades diarias, a partir del conocimiento del propio cuerpo del niño: dónde están las partes del cuerpo, cómo se mueven, la situación de los objetos con respecto al cuerpo del niño o del adulto, etc.
Fomentar el desarrollo de movimientos boca abajo. Por ejemplo, son útiles la mantas con objetos sonoros o texturas distintas para que el niño los pueda manipular en posición de gateo y faciliten su movilidad espontánea.
Adquisición de hábitos de autonomía personal cada vez más elaborados (beber, comer con cubiertos, caminar detectando obstáculos con un pequeño bastón adaptado a la altura del niño, etc.)
Fomentar el aprendizaje de la marcha autónoma, apoyarlo directamente al inicio y retirando el apoyo cuando el niño lo pueda realizar solo. Se puede emplear cuerdas que señalen los itinerarios en la casa o en el colegio para fomentar el niño camine con seguridad.
Desarrollo de la motricidad fina
Proporcionar al niño objetos y juguetes con texturas diferentes.
Realizar actividades de discriminación, clasificación, enseñar a utilizar las dos manos de forma coordinada.
Dibujar
Recortar o picar figuras, moldear plastilina, etc.
Es importante realizar actividades para trabajar la psicomotricidad fina mediante  actividades de discriminación, clasificación, etc.
Desarrollo cognitivo
Es el resultado de la interacción del niño con su entorno. El niño percibe los estímulos, los selecciona, organiza y asimila.
Las experiencias perceptivas determinan el desarrollo intelectual.
El desarrollo cognitivo de un niño con discapacidad visual es más lento y diferente al de un niño que ve, como consecuencia de la falta de información visual acerca de las características de las personas, los objetos y el entorno, que hace que la percepción sea más lenta y más limitado el conocimiento de las cosas y las personas.
1º Etapa: Desde el nacimiento hasta los 6 meses
En las primeras semanas de vida predominan los procesos fisiológicos cuyo fin es facilitar el crecimiento y el equilibrio.
A partir del segundo mes, el niño y la madre funcionan como una unidad, ya empieza a diferenciar los estímulos internos de los externos.
El niño buscará captar los sonidos por lo que buscará girar la cabeza en sentido contrario de donde proviene el sonido y son los padres los que le deben ayudar a encontrar otras salidas o direcciones  para conseguir un desarrollo armónico.
Nuestra intervención en esta etapa consiste en ayudar al niño y a la familia en esa dirección, desde un trabajo preventivo de las alteraciones que pueden surgir a causa de la ceguera.
2º Etapa: Entre los 6 y 12 meses
El niño alcanza cierta madurez neurofisiológica.
Se inicia ahora la coordinación visomotora, la manipulación de objetos bajo el control visual y el interés por el mundo exterior.
Comienzan los primeros intentos de separación de la madre y el miedo a los extraños.
Comienza a explorar visual, manual y táctilmente.
La confianza y seguridad proporcionada hasta ahora, permiten al niño abrirse al mundo exterior y tener un papel más activo.
Expresa de forma espontánea lo que quiere y es conveniente que reciba alguna respuesta a esas demandas.
3º Etapa: Entre los 12 y los 18 meses
Se inicia el gateo y la marcha, y un mayor interés por los objetos, el niño se separa físicamente de la madre.
Pueden localizar objetos mediante el sonido.
Comienza a extender la mano hacia el estímulo sonoro. Aprende a buscar objetos escondidos y tiene mayor destreza manual.
Pueden hacer «pinza» con los dedos pulgar, índice y corazón para controlar la orientación y dejar la otra mano libre para ubicar lo que desea.
Hacia el año el niño empieza a masticar, a beber solo de un vaso (las tazas con asas no son aconsejables porque se pierde la referencia de inclinación al beber), a comer con cuchara.
También es necesario ir enseñándole a colaborar en las tareas de vestido y de aseo personal.
4º Etapa: Entre los 18 meses y los 2 años
Juega a que come con platos de juguetes, sin comida, etc.
Comprende que los objetos existen independientemente de si son o no son percibidos, visual, táctil o auditivamente,  le provoca la motivación suficiente como para desplazarse hacia el objeto o la fuente de sonido.
Ya ha comenzado la alimentación sólida, la masticación es imprescindible para una correcta nutrición y favorece una correcta articulación.
Controla sus esfínteres.
5° Etapa: Entre los 2 a 6 años
Elabora su imagen a partir de la propiocepción y el reconocimiento de su voz.
Desarrolla su lenguaje y puede nombrar los objetos, y controlar el ambiente.
Se consolida la individuación y se configura la identidad personal.
Comienza a desarrollar el juego simbólico.
Sigue favoreciendo las destrezas manipulativas y la coordinación bimanual, control tónico muscular, independencia de dedos y manos, coordinación de movimientos, etc. (manejo de plastilina, hacer torres con cubos, introducir objetos en botellas con la boca cada vez más estrecha, enroscar y desenroscar, ensartar cuentas, ensartar bolas en un cordel, meter monedas en una hucha.
Continúa haciendo la pinza con los dedos pulgar, índice y corazón y a utilizar ambas manos de forma coordinada.
6º Etapa: Entre los 6 a los 11 años
 Existe retraso en aquellos aspectos en los que es necesaria la representación y manipulación con objetos tridimensionales (seriaciones, clasificaciones, operaciones lógicas, conservación de la sustancia, etc.)
Sin embargo, en todo lo relacionado con el lenguaje, los niños ciegos obtienen resultados similares a los videntes.
7º Etapa: A partir de los 11-12 años
Es una etapa en la que los cambios físicos y psicológicos afectan a todos los  adolescentes.
Para  los  ciegos,  puede ser  especialmente difícil  ya  que descubren el alcance de sus limitaciones y puede generar baja autoestima y problemas de integración social.
8º Etapa: Alrededor de los 14-15 años
A partir de esta edad se superan los retrasos de los períodos anteriores, es decir, para organizar la información, la visión es sustituida por otros procesos sensoriales y lingüísticos.
Desarrollo emocional y afectivo
El desarrollo emocional es en todos los niños, con discapacidad o sin ella, el motor del desarrollo general. «Las leyes del psiquismo humano son universales.
Lo que cambia son las circunstancias en las que cada sujeto debe enfrentarse a la vida» (Lucerga y Sanz, 2003). Todos los niños tienen que ir asimilando y adaptándose progresivamente al mundo que les rodea.
La mirada representa el primer lenguaje y a través de ella el bebé interacciona con el  mundo que le rodea.
La ausencia de la mirada puede afectar la relación del niño con su madre porque condiciona el diálogo espontáneo, la estimulación y la imitación.

En bebés con discapacidad visual se observan expresiones faciales básicas, pero menos expresivas, que deben de reforzarlas poniendo nuestras manos en su cara, y sus manos sobre la cara del adulto, para que pueda interiorizar posturas y movimientos.
El niño con discapacidad visual empieza a sonreír a partir de los 2-3 meses. Los padres deben aprender que la sonrisa de su hijo aparece para responder a sus estímulos y no de forma espontánea para iniciar la interacción. Se pasa de la sonrisa automática de los primeros meses a la sonrisa selectiva de los 6 meses emitida cuando hay una vinculación afectiva.
El bebé con discapacidad visual entre los 7 y 15 meses muestra signos de miedo a los extraños, igual que el vidente, y rechazan o lloran ante la presencia de un adulto que no conocen. Esto es un indicador de que todo va bien y de salud mental. Se calman cuando escuchan una voz conocida o palpan un rostro que les resulta familiar.
Los niños que ven, hacia los 5 meses, buscan la proximidad con la madre extendiendo las manos hacia ella. Sólo necesitan coordinar el ojo y la mano. Los niños con discapacidad visual lo consiguen entre los 10 y 16 meses, ya que, además, necesitan tener el concepto de permanencia de la madre aunque no la estén escuchando o tocando.
Debemos apoyar al niño con deficiencia visual interactuando constantemente con él mediante el contacto corporal, movimientos y verbalizaciones.
El niño que no es estimulado suele auto-estimularse, para compensar el aislamiento social o la carencia de estímulos.
Este es pues el objetivo de la intervención: dar a las familias la información y el apoyo suficiente para conseguir el crecimiento del niño y prevenir retrasos o detenciones en su desarrollo.
Comunicación, lenguaje y socialización
El lenguaje es para el niño con discapacidad visual la forma más importante para aprender y conocer el mundo que le rodea, para comunicarse con los demás y controlar el entorno.
La discapacidad visual no influye en el desarrollo del lenguaje. El bebé sin visión también vocaliza y juega con el lenguaje desde los primeros meses. Se da cuenta que hay respuesta y aprenden a expresar sus necesidades y deseos.
Los adultos deben de  establecer un diálogo lúdico con el niño, respetando su ritmo. Es importante dejar también al niño su espacio para que pueda responder.
Es muy importante que aprendan a tolerar las  frustraciones y respetar los límites.
Estimular al niño poniendo sus manos sobre nuestra cara, boca y garganta para que pueda percibir los movimientos de los labios y la articulación, así como la vibración de los sonidos.
Es necesario que describamos los acontecimientos diarios en casa, en el colegio y en la calle; o las acciones realizadas por otras personas y por el niño mismo, así como que describamos los objetos y sus características.
Puede controlar el entorno a través del habla, por ejemplo, preguntando de forma insistente con la intención de saber dónde está el otro, no para conseguir información, o sólo para jugar con el lenguaje.
Utilizan más nombres específicos y de acción.
En ocasiones, es más difícil para el niño saber cuándo puede comenzar a hablar y respetar el turno de palabra en una conversación.
En el lenguaje escrito puede presentar algunas diferencias si utiliza el sistema de lectoescritura en tinta, cuando utiliza el sistema braille aprenderá la lectoescritura al mismo ritmo que el resto, aunque será necesario tener en cuenta la metodología y didáctica específica de su aprendizaje.
Retraso en el uso de los pronombres  «yo» y el «tú». A veces, para solucionarlo, utilizan la tercera persona o, incluso, su nombre: «El niño quiere jugar».
Es muy importante que comprenda y acepte normas y modos de comportamiento social con su familia, la escuela y la comunidad.
 Desarrollo de hábitos y autonomía
Considerando que no debe de haber sobreprotección y considerando su carencia visual el niño puede desarrollar sus habilidades y aprender a  ser independiente realizando actividades que promuevan su desarrollo personal y su autoestima, exigiendo los mismos comportamientos y aprendizajes que los niños videntes, con las adaptaciones que sean necesarias.
Desde edades tempranas  es conveniente que el niño colabore en las actividades de vida diaria como la alimentación, el vestido, el aseo o el orden, así irá adquiriendo más autonomía y conocimiento del entorno.
Es importante que los niños y niñas con deficiencias visuales aprendan a desenvolverse en grupo y adquieran así buenas habilidades sociales.
Para afrontar las dificultades y conseguir que su inclusión académica y social sea posible en todos los ámbitos (personal, familiar, social, escolar y profesional), el niño debe aprender a:
Relacionarse con los demás.- Desenvolverse en grupo y adquirir habilidades sociales, verbales y no verbales.
Ser autónomo en sus actividades cotidianas.- Interiorizar las acciones a través de la experiencia directa, aprender y adquirir hábitos de autonomía personal adecuados a cada situación: aprender buenos modales en la mesa, lavarse las manos antes de comer o ir al baño, vestirse adecuadamente para cada ocasión, aseo y normas sociales básicas, etc.
Aprender técnicas para orientarse y desplazarse.- La capacidad para moverse con autonomía, seguridad y eficacia es vital para su desarrollo. A partir de los dos años de edad, los niños pueden empezar a tener cierta autonomía para desplazarse por lugares conocidos, para ello es muy necesario brindarles ambientes seguros y ordenados y así evitar accidentes.
Conocer y asumir su patología visual.- Debe conocer sus limitaciones y sus capacidades y formarse una autoimagen adecuada para que aproveche al máximo la ayuda personal y los materiales que están a su disposición para compensar sus necesidades.
Conductas inadecuadas y señales de alarma
Además de ofrecer al niño un entorno emocional y cognitivo adecuados debemos de estar alertas ante ciertos comportamientos inadecuados.

Cuando el niño muestra conductas inadecuadas, como por ejemplo, cuando se muestra irritable, o tiene rabietas o comportamientos agresivos hacia sí mismo, los demás, o hacia los objetos, etc. Debemos de pensar que el desarrollo del niño está sufriendo algún problema o retroceso.
Los desajustes en la evolución del niño o la relación con la madre o entorno familiar se expresan a través de:
Problemas de sueño o alimentación
Indiferencia ante la voz de la madre o los sonidos en general
Rechazo al contacto físico
Pasividad
Irritabilidad
No emite sonidos
No muestra extrañamiento o preferencia por nadie (a partir del primer  año)
No protesta ante la frustración
No manifiesta temor
Cuando no busca un objeto que tenía en las manos
Cuando no hace intentos de comunicarse
Autoagresiones
Hiperactividad que deja entrever ansiedad, dificultad para contenerse y autocuidado
Rechazo o temor ante objetos nuevos
Conductas estereotipadas en la exploración
Falta de lenguaje
Utilización del llanto como único modo de expresión
Lenguaje sin intención comunicativa (ecolalia y lenguaje
descontextualizado o repetitivo que llega a interferir en la comunicación)
Ansiedad en las tareas manipulativas.
Esto nos lleva a pensar que hay algo que está influyendo negativamente en el desarrollo del niño.
Incorporación a la escuela
La inclusión de un alumno con déficit visual en un centro educativo puede plantear dudas sobre cómo responder de forma adecuada a sus necesidades educativas.

Ir a la escuela supone para el niño la separación de la madre y de la seguridad que le proporciona. Para los padres también supone la separación y el tener que confiar a otros el cuidado y la educación de su niño.
El asistir a la escuela representa el desarrollo de la autonomía personal, tener que manipular a través de la exploración táctil, relacionarse con otros niños, desarrollar su habla, etc. El niño debe de estar seguro de que sus padres siempre estarán con él, debe de sentirse seguro de ello para que pueda desarrollarse como persona.
El ingreso a la escuela debe de realizarse de forma progresiva, al inicio se necesitará de la presencia de los padres y más adelante del maestro que harán de intermediarios entre el niño y los compañeros, para ayudarle a ir identificando a cada niño, aprender a dirigirse a ellos, a pedir ayuda cuando la necesita y a participar en todas las actividades y juegos.
Una vez integrado el niño en la escuela, se iniciará la atención por parte del profesional que hará un seguimiento de la evolución y pueda apoyar al niño, dando asesoramiento especializado a los maestros y los recursos materiales necesarios (adaptación de material en relieve, material braille, ayudas ópticas y tiflotecnológicas, etc.)
La educación para el niño debe de partir de sus posibilidades y respetar su especificidad, sin centrarse exclusivamente en sus limitaciones.
Se utilizarán estrategias similares a los de demás pero con los instrumentos y técnicas necesarias para que el niño pueda acceder a la información, ya que es muy importante desarrollar su potencial intelectual y social.
Debemos adaptar las programaciones curriculares de acuerdo a las necesidades e intereses del niño, aplicando una metodología adecuada y el material educativo específico.
Evaluación
Su objetivo es obtener información global acerca del desarrollo  y posibilidades del alumno en un momento determinado de su evolución.
Es importante realizar una evaluación integral e interdisciplinar que contemple su desarrollo psicomotor, cognitivo, afectivo y social, el funcionamiento adaptativo de su conducta, de la comunicación y el lenguaje, su funcionalidad visual, su estado emocional, etc.
El desarrollo de cada área depende de otras áreas y su adecuada valoración debe obtenerse a través de distintas fuentes de información, en diferentes
contextos y con diferentes instrumentos.
a) Específicas para niños con discapacidad visual
·  Escala Leonhardt de desarrollo para niños con ceguera de 0 a 2 años. Leonhardt, M. (1992).- Evalúa las áreas: control postural y motricidad,  sentido auditivo,  comunicación, sentido táctil,  desarrollo cognitivo y hábitos.
·  «En los zapatos de los niños ciegos. Guía de desarrollo de 0 a 3 años». Lucerga, R. y Gastón, E. (2004).- Dirigida a los padres y los profesionales. Presenta los objetivos básicos del desarrollo evolutivo de los niños con discapacidad visual, organizados por áreas y edades.
·  Guía para la observación cualitativa de la conducta en niños ciegos  de Rosa Lucerga (1993).- Guía para la detección de posibles desviaciones del desarrollo en niños ciegos de 0 a 5 años
·  Escala de desarrollo para niños pequeños con severos déficits visuales. Reynell, J. y Zinkin, P. (1986).- Escala para diagnosticar el desarrollo mental de niños de 0 a 5 años y medio de edad con discapacidad visual. Evalúa el desarrollo motriz y el desarrollo mental.
·  Escala de madurez social para niños con ceguera en edad preescolar (1957) Maxfield, K. E. y Buccholz, S. Escala que evalúa la madurez social de niños con ceguera desde el nacimiento hasta los 6 años.
·  Test de inteligencia para niños con dificultades visuales. Williams (1956) Test basado en el Wisc para niños con ceguera o deficiencia visual, desde los tres años y medio a los 16 años. Se obtiene el cociente intelectual.
Etc.
b) Generales
·   Escala para la Evaluación del Comportamiento Neonatal (NBAS). Brazelton, T. B. y Nugent, J. K. (1997) Escala para la valoración desde el nacimiento a 2 meses de edad, ítems de habituación, social-interactiva, sistema motor, organización del estado, regulación del estado, sistema nervioso autónomo, reflejos y tono muscular.
·   Cuestionario de Temperamento Infantil. Carey y McDevitt (1978).  Relaciona el temperamento con las diferencias individuales, dentro de los diferentes estilos conductuales. Aplicación directa a las madres de niños de entre 4 y 8 meses.
·   Escala Brunet-Lezine para medir el desarrollo psicomotor de la primera infancia. Brunet, O. y Lezine, I. (1997). Evalúa el desarrollo psicomotor de los niños de 0 a 6 años en su propio ambiente familiar. Se valora el control postural y la motricidad, la coordinación óculo-manual, el lenguaje comprensivo y expresivo y la sociabilidad.
Entre muchas escalas y test de evaluación.
Intervención
La intervención debe ser lo más temprana posible. Por eso es importante

Establecer mecanismos de detección precoz de los niños con patologías visuales, para que se deriven los casos lo antes posible.
La colaboración de los padres en el desarrollo del niño es fundamental, cuanta más información tienen, mejor pueden intervenir y antes pueden detectar problemas en el desarrollo o señales de alarma.
Los profesionales podremos intervenir ofreciendo información, apoyo y asesoramiento; y trabajar la aceptación por parte de todos los que intervienen en el proceso educativo, tanto profesores como compañeros; así mismo la aceptación de sus capacidades y limitaciones por parte de los demás.
Prestar atención a las capacidades del niño y no centrarse únicamente sobre los aspectos negativos.  Resolver los problemas con estrategias adecuadas.
Controlar la ansiedad, el temor, la irritabilidad o el estrés que pueden generar la discapacidad visual.
Desarrollar habilidades sociales y de comunicación adecuadas para solicitar ayuda cuando sea necesario.